Blog

Presentación Colección Desenterradas

libro desenterradas
  1. Título de la colección

Desenterradas, es decir, sacarlas de debajo de la tierra, eliminar el polvo acumulado de años y años que nos ha impedido ver, conocer y disfrutar la creación de importantes poetas chilenas.

Permítanme aquí una diferencia, no estamos hablando del desentierro o exhumación de un cadáver añejo, descompuesto, al que hay que investigar por alguna razón legal, médica o forense, sino que se trata de desenterrar en el sentido de volver a sacar a la luz su palabra fresca, lozana, siempre joven, porque sabemos que en el universo de la creación que usa la palabra como materia prima para su arte, las dimensiones de tiempo y espacio son otras que las que nos rigen en el mundo de la materialidad con su consiguiente finitud.

Es por ello que es necesario establecer con sin dilación, que ellas siempre han estado, su palabra ha existido siempre. Entonces este gesto de la colección Desenterradas, es hacer justicia, es sacar el velo, este tupido velo occidental a veces invisible, que han llevado por siglos e incluso hasta el día de hoy, tantas mujeres creadoras.

  1. Libros en su materialidad, las editoras

Quisiera destacar el cómo se hacen estos libros, ese cómo tan invisible como indispensable pues es el ethos, la personalidad oculta que impregna cada ejemplar. Señalo entonces; en primer lugar que es un trabajo colectivo, de diálogo entre pares, donde la mirada está puesta en el fin que se pretende, en el producto que se está gestando, más que en el lucimiento personal; en segundo lugar, es un trabajo manual, demorado, que respeta el ritmo de las manos y la reflexión; en tercer lugar, este trabajo colectivo y manual, se hace de manera prolija, cuidadosa, para que, en cuarto lugar, el libro sea un objeto bello.

  1. Las autoras, las poetas

El libro Romance por Tadea, editado por Liz Gallegos y Luis Benjamín.

Estamos frente a un romance autobiográfico de 516 versos octosílabos, obra definida por Juan Uribe Echeverría como “una flor única en el páramo poético de nuestro siglo XVIII», fue escrito por Sor Tadea García de la Huerta. Escribe por orden de su confesor, esta Relación de la inundación que hizo el río Mapocho de la ciudad de Santiago de Chile, en el Monasterio de Carmelitas, Titular de San Rafael, el 16 de julio de 1783, acontecimiento del cual fue testigo.

Pertenece a una familia de considerable fortuna, tiene fama de ser una de las más hermosas mujeres de su tiempo: aristocrática, educada y con gran talento literario. Ingresa al Convento de las Carmelitas, adoptando el nombre de Sor Tadea de San Joaquín. De ella se dice que Sor Tadea sería la primera exponente de la literatura mujeril en Chile.

En ella describió la inundación de junio, no de julio como erróneamente aparece en el título de la primera edición de 1783, cuando después de 9 días de lluvia ininterrumpida, la inundación llegó a su punto máximo el sábado 16 de junio. El agua derribó el Puente de Cal y Canto, los tajamares del río Mapocho, corrió por la ciudad, por la Cañada, la Cañadilla y haciendas de campo, derribando edificios y arrastrando casas, ranchos, cadáveres de niños, hombres y ganado; e inundando también el Monasterio del Carmen de San Rafael o del Carmen Bajo.

La Relación de Sor Tadea apareció en Lima a fines de 1783 o a comienzos de 1784. Permaneció anónima hasta 1850, año en que José Ignacio Víctor Eyzaguirre en su Historia eclesiástica, política y literaria de Chilerevelara el nombre de la poeta.

Juan Uribe Echevarría hizo un completo análisis histórico, literario y bibliográfico del poema en la revista Mapocho. Lo situó en la poesía barroca de catástrofes inaugurada en Chile por Pedro de Oña con El temblor de Lima en 1606. Además, consideró que la mejor versión del poema es la de Julio Vicuña Cifuentes. Señaló como características barrocas: la lucha entre los contrarios (luz y sombra, cielo y tierra, belleza y fealdad, ascetismo y sensualidad, idealismo y naturalismo, lo culto y lo popular), alusiones mitológicas y bíblicas, el tenebrismo generalizado.

Por otra parte tenemos el libro Los lirios muertos de la faz, antología poética de la obra de María Monvel, libro editado por Victoria R. Llera

María Monvel, (1899–1936, cuyo nombre de pila es Tilda Brito Letelier) nacida Iquique, que al llegar a establecerse en Santiago contrae matrimonio con el crítico literario y periodista Armando Donoso. Mujer de gran cultura, trabajó en diarios y revistas, fue traductora de sonetos de Shakespeare y de la obra de Paul Gerald. Entre sus publicaciones están los poemarios Fue así (1922), Remanso del ensueño (1923), Poesías (1927), Sus mejores poemas(1934) y Últimos poemas (1937). Gabriela Mistral afirmó en su oportunidad que Monvel fue: «La mejor poetisa de Chile, pero más que eso: una de las grandes poetisas de América, próxima a Alfonsina [Storni] por la riqueza del temperamento, a Juana [De Ibarbourou] por su espontaneidad”. Su poesía ha sido caracterizada, especialmente, por la aguda y certera expresividad emocional a través de un lenguaje, aparentemente simple, transparente.

En la antología La mujer en la poesía chilena de María Urzúa y Ximena Adriasola se señala que “lanza tremendas verdades en idioma nuevo”, a través de un lenguaje “fluido, sin retorcimientos ni gritos” (1963, p. 85), y Eugenia Brito la define como la poeta del amor, señalando que sus versos son «admirables por su levedad, su ritmo y concisión» (1998, p. 88). Una muestra de su pluma puede leerse en estos versos iniciales del poema “Orgía”: “Copa de cristal pulido,/ bebo, bebo y no me embriago,/ con sabor a corazón/ y sabor divino a labios.”

Solo una pequeña reflexión temática relacionada con dos de las secciones del libro: amor y erotismo. Puedo visualizar a Monvel como una poeta en la que el mar es un espacio para el encuentro amoroso, la metáfora de un refugio, como se lee en “¿Dónde se fue mi vida?”, texto de Últimos poemas (póstumo, 1937): “Quiero la noche obscura / en donde tu alma duerma / Quiero tus mares hondos / o bien tu obscura piedra. / Quiero un hueco en la almohada / donde está tu cabeza” (http://memorianortina.cl/maria-monvel/); o más decididamente el mar como la presencia del deseo de un amor marítimo: “Agridulces deben ser / los besos del marinero / salpicaduras del mar / en los labios entreabiertos.” La vivencia del amor con esos hombres amantes de las sirenas y que “por eso tienen los ojos / teñidos de sus misterios” (pp. 87-88)[1]. Mar, amor y viaje, en conjunción, como en el poema 5 de Invitación al viaje, con la voz de una navegante nocturna que desde cubierta contempla una: “Luna del trópico, ancha y derretida como la mantequilla en verano” (137), esa luna que “simula el ojo dilatado y blanco de un moribundo”, mientras “El mar, un mar que es una sombra, respira con blandura…”(138).

  1. A modo de cierre

Variadas son las razones que han colaborado al desconocimiento de poetas como María Monvel (Winétt, Olga Acevedo, Chela Reyes, Teresa Wilms) dentro de nuestro nutrido campo literario nacional, y pienso que no es el momento de hacer un análisis académico en relación a ello. Voy solo a señalar que, aparte de la obvia consideración histórica de que escribir desde la mujer dentro de un sistema patriarcal, era y de alguna manera ha seguido siendo una tarea bastante compleja y azarosa, este período identificado históricamente con las vanguardias, tiene en el área de la poesía una figura tutelar, indudable, que eclipsó otras expresiones, tal es la presencia de Vicente Huidobro y el creacionismo. Aunque, de igual manera, no olvidemos que la historiografía literaria, sí reconoce como antecedente al  Grupo de los Diez, y luego menciona a los diversos grupos literarios que desfilan durante el período: Ariel, Imaginistas, Runrunistas, Angurrientistas, David y al de la Mandrágora que fue el grupo que tuvo mayor permanencia en el tiempo y expresó una postura estética ampliamente difundida en manifiestos; además, editó revistas y sus integrantes desarrollaron una diversa actividad individual y colectiva. Como es de suponer, casi la totalidad de los grupos y poetas antes mencionados, eran varones. Así las cosas, dentro de este panorama, se puede percibir que la ausencia de mujeres poetas, es notoria.

Texto de María Inés Zaldívar.

Volver a la lista